El síndrome de taquicardia ortostática postural (abreviatura en inglés: POTS) se está relacionando como una complicación en pacientes que han padecido la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19), como síntomas crónicos o de “larga duración” y comienzan a publicarse casos relacionados con esta entidad.
La COVID-19 involucra múltiples órganos y, en algunos pacientes recuperados, empiezan a diagnosticarse secuelas que pueden incluir disautonomía y en esta afectación del sistema nervioso autónomo se centra el síndrome de taquicardia ortostática postural (POTS).
Recientemente en JACC Case Report se ha publicado una serie en mujeres jóvenes, que representan el 80% de los casos, donde resalta las características clínicas típicas. Las pacientes presentaban un incremento sostenido de la frecuencia cardiaca (FC) mayor a 30 latidos por minutos (lpm) o mayor a 120 lpm tras permanecer 10 minutos de pie o inclinar la cabeza hacia arriba. En personas menores de 19 años, se requiere un incremento de al menos 40 lpm.
Se empleó un cuestionario de puntuación de síntomas del POTS compuesto por los 12 síntomas más comúnmente informados (mareo postural/vértigo, sensación de que se va a desmayar, palpitaciones o pulso irregular, disnea en reposo o durante el esfuerzo, dolor en el pecho, dolor de cabeza, dificultad para concentrarse, dolor muscular, náuseas, síntomas gastrointestinales, fatiga y trastornos del sueño), de tal manera que los pacientes calificaron sus síntomas mediante una escala analógica visual (VAS) que iba de 0 (sin síntoma) a 10 (el peor posible), siendo la puntuación máxima de 120 puntos (una puntuación > 40 puntos se considera probablemente patológica). En todos los casos, la prueba de bipedestación activa demostró un aumento significativo de la FC asociado a un ligero aumento de la presión arterial (PA) sistólica (10 mmHg) y una intolerancia ortostática pronunciada (mareos, aturdimiento, temblor); en el estudio de telemetría se apreciaron marcadas fluctuaciones en la FC (aumentos periódicos >140 lpm con un esfuerzo mínimo).
Así mismo, para un diagnóstico adecuado se precisa una ausencia de hipotensión ortostática (caída sostenida de la PA sistólica de no menos de 20 mmHg), así como la reproducción de síntomas tales como mareos, agotamiento, palpitaciones, temblores, debilidad generalizada, visión borrosa, intolerancia al ejercicio, fatiga, dolor muscular y torácico, dificultad para respirar, incluso presencia de sincope vasovagal.
Se debe descartar la presencia de otras entidades que puedan causar taquicardia sinusal (cardiopatía, anemia, fiebre, dolor, infección, deshidratación, ansiedad, hiperventilación, feocromocitoma, síndrome de fatiga crónica, hipertiroidismo, fármacos simpaticomiméticos o anticolinérgicos).
Las terapias tienen como objetivo aumentar la ingesta de líquidos y sal, la realización de ejercicio aeróbico (en posición recostada adaptado individualmente) para ayudar a corregir las anomalías fisiológicas. La farmacoterapia aconsejada incluye expansores de volumen, vasoconstrictores y reguladores de la FC, pero a pesar de todas estas opciones, se está comprobando que los pacientes pueden seguir siendo sintomáticas e incapaces de incorporarse a su puesto laboral.
En conclusión, se desconoce mucho sobre la fisiopatología responsable del POTS después de la COVID19, y sobre las consecuencias que podrá tener en aquellas personas en los que es posible una cronificación de los síntomas.