Frecuencia cardíaca y relojes inteligentes ¿aliados contra el COVID?

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la Salud

Actualmente no existe un método no invasivo disponible de forma rutinaria para identificar objetivamente la respuesta de una persona específica a una vacuna más allá de los efectos secundarios autoinformados. La respuesta podría estar muy cerca nuestro, solo es cuestión de tiempo.

El programa V-safe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) encontró que la mayoría (69%) de los 1,9 millones de personas inscritas informaron algunos efectos secundarios sistémicos después de la segunda dosis de una vacuna de ARNm. La capacidad de identificar quién experimenta o no la respuesta inmunitaria prevista después de la vacunación podría ser de gran valor no solo para gestionar la trayectoria global de COVID-19, sino también para ayudar a guiar el desarrollo de vacunas nuevas o para perfeccionar las versiones ya existentes. 

La reactogenicidad de la vacuna puede conducir potencialmente a cambios fisiológicos detectables, por lo que un grupo de especialistas de Scripps Research Translational Institute de La Jolla, California, en EE. UU., consideraron que podrían detectar la respuesta fisiológica inicial de un individuo a una vacuna mediante el seguimiento de los cambios utilizando dispositivos portátiles de consumo común. La investigación de los expertos fue publicada en NPJ Didital Magazine, un medio de Nature.

Frecuencia cardíaca vs COVID

Durante la pandemia, investigadores de diferentes disciplinas abordaron la capacidad de los relojes inteligentes para ayudar a detectar el COVID-19 o proporcionar datos sobre la recuperación. Este último estudio utiliza varias medidas de datos de frecuencia cardíaca para ayudar a rastrear la progresión de los síntomas en alguien que tiene el coronavirus y para mostrar qué tan enferma se vuelve esa persona mientras lo está.

En el documento se analizaron datos de sensores sobre el sueño, la actividad y la frecuencia cardíaca de más de 5600 personas. Los hallazgos mostraron que ese último índice, en promedio, en reposo aumentó significativamente el día siguiente a la vacunación, alcanzó su punto máximo dos días después y volvió a la normalidad cuatro días más tarde de la primera dosis y seis días después de la segunda. El efecto pareció ser más fuerte después de la segunda dosis de la vacuna Moderna, en comparación con la vacuna Pfizer-BioNTech, y más pronunciado en personas más jóvenes.

Las conclusiones encontradas sugieren que la infección previa por COVID se vinculó con un aumento significativamente mayor de la frecuencia cardíaca en reposo después de la primera dosis de la vacuna en relación con aquellos sin infección previa.

“Si bien el vínculo entre la respuesta fisiológica y la respuesta inmunitaria aún requiere más investigación, el seguimiento digital podría proporcionar una forma novedosa de identificar a las personas que pueden no estar respondiendo de manera óptima a la vacuna”, concluyó Steven Steinhubl, profesor asociado de Scripps y otro de los autores del documento.

FUENTE: INFOBAE